¿Qué significan las 4 C?

El certificado proporciona una evaluación precisa de la calidad de su diamante a través de las 4 C, que representan su calidad y valor. Es por ello imprescindible invertir en diamantes que destaquen en todas estas categorías para maximizar el potencial de reventa. Antes de seguir, es importante comprender qué representa cada C.

El peso en quilates de un diamante denota la masa de la piedra preciosa. Un quilate equivale aproximadamente a 200 miligramos. La masa de una gema siempre se expresa con dos decimales tras el punto, o en puntos en una escala centesimal. Por ejemplo, 0,75 quilates equivalen a 75 puntos o 150 miligramos.

El precio de un diamante aumenta exponencialmente a medida que se incrementa su peso en quilates. Por ejemplo, el valor de un diamante de 2,00 quilates con respecto a otro de 1,00 quilates, con características similares, supondrá una diferencia del triple del precio (y no del doble, como se podría concluir).

Tampoco se debe subestimar el valor simbólico del peso en quilates. Por ejemplo, aunque la diferencia entre un diamante de 0,98 ct. y uno de 1,01 ct. es difícilmente apreciable, sus precios podrían distanciarse más de lo que cabría esperar. Otros tamaños mágicos similares son 1,50 ct o 2,00 ct. Al superar cada uno de estos tamaños mágicos, el precio aumenta exponencialmente.

Los diamantes incoloros se clasifican desde completamente incoloros hasta un tono más amarillento. La gradación de color de un diamante se expresa con letras, y varía de D (incoloro) a Z (con matices más amarillentos). Los diamantes incoloros más raros y de mayor calidad se etiquetan bajo el distintivo D.

También hay diamantes de colores, como naranja, rosa, rojo, amarillo, verde o azul. Dependiendo del color, son muy raros y, por tanto, también muy caros. Los diamantes de colores realmente intensos se llaman diamantes de colores fantasía. El color fantasía más común es el amarillo, mientras que el rosa, el verde, el azul y el rojo son raros o extremadamente raros.

Los diamantes con tonalidades más llamativas son muy valiosos, por lo que un diamante de colores puede servir perfectamente como inversión. También hay un segmento de mercado enormemente especializado en los diamantes muy raros (muy grandes, coloreados y con un corte de fantasía). No debemos confundir los diamantes de colores con otras gemas de colores naturales, como esmeraldas, rubíes o zafiros.

La mayoría de los diamantes presentan impurezas. Puede tratarse de impurezas internas, surgidas durante el proceso de génesis del diamante, o externas. Cuando son internas, se denominan inclusiones.

Es importante saber que no todas las inclusiones se aprecian a simple vista. Después de que los expertos hayan estudiado un diamante para detectar impurezas utilizando un microscopio de diez aumentos, se clasifica su nivel de claridad. Si no hay impurezas, el diamante es puro o «Loupe Clean» (LC) y, por lo tanto, de la máxima calidad.

Las inclusiones pueden obstruir el brillo de un diamante. Pueden bloquear el reflejo de la luz si se encuentran en su camino, pero no deben perjudicar la belleza del diamante, por supuesto. Para garantizar la máxima pureza, solo seleccionamos diamantes con inclusiones no visibles a simple vista.

Hay dos tipos de inclusiones:

La claridad o pureza del diamante puede verse afectada de dos maneras, alterando su calidad:

Las impurezas externas se generan durante el proceso de corte o por su uso diario.

Las impurezas internas implican inclusiones dentro de la piedra preciosa. Hay diferentes tipos.

Inclusiones más comunes:

Las inclusiones internas más comunes constan de tres subtipos. Las manchas negras u oscuras dentro del diamante generalmente son formas de carbón no transformadas en diamante. Luego están las nubes, que son velos microscópicos. Por último, están las «plumas», que son las inclusiones más frecuentes, resultado de fracciones moleculares que surgieron durante el proceso de formación de los diamantes, que duró miles de años.

La calidad del corte probablemente sea la C más importante para determinar la calidad de un diamante. También es el único aspecto con intervención humana que puede afectar al valor. El corte se clasifica como «regular», «bueno», «muy bueno» e incluso «excelente». La calidad se evalúa en tres áreas: simetría, brillo y proporciones de las facetas del diamante.

Al cortar un diamante en bruto en diferentes facetas es cuando este adquiere todo su brillo. Cuanto mejor se corten las facetas, más luz reflejará el diamante y, por lo tanto, más brillará.

La calidad del corte es el único factor humano. La calidad del corte está determinada por las proporciones, la simetría y la medida en que brilla el diamante. El pabellón de un diamante (la parte inferior) no debe cortarse ni demasiado profunda ni muy superficialmente. Si el diamante no se ha tallado correctamente, se pueden apreciar fugas de luz o superficies oscuras en la piedra preciosa. En un diamante perfectamente tallado, casi toda la luz se reflejará a través de la corona (la parte superior).

Además de la calidad del corte, la palabra «corte» también puede referirse a la forma de un diamante. Si bien la forma no es un aspecto de las 4 C, sí recomendamos prestarle cierta atención al seleccionar diamantes de inversión.

La talla brillante (corte redondo) es, con diferencia, la más solicitada, especialmente para los diamantes blancos. Sus 58 facetas favorecen la entrada de la luz y garantizan que se refleje al máximo. Así es como los diamantes de talla brillante consiguen su brillo distintivo, el más apreciado en joyería.

También se puede invertir en un corte de fantasía, lo que resulta muy interesante cuando se trata de diamantes de colores o de gran peso en quilates. Las más famosas son la pera, el óvalo, el corazón, el cojín o la esmeralda.